Todo es demasiado intenso. Los momentos mágicos se suceden con la impresión de que podría ser la última vez que logramos organizar esto, joder qué pena. Y para no reiterarme hay otros momentos que merecen la pena. El último concierto de Savage Republic (y… su primero en España desde su nacimiento hace casi 30 años). La actuación sin micrófono de The Clientele en la segunda planta del teatro, algo así como un silbido levantando una hoja en un parque de Londres. Sir Richard Bishop convirtiéndose en el padrino de Matt Elliott. La cara de Sleep Whale cuando vieron su foto en El País, preguntando cómo era eso posible, si habían escuchado de verdad su música en el periódico. David Thomas Broughton ofreciendo caretas de sí mismo tras su show. Y vendiéndolas para solaz de parejas con ganas de entretenerse. Arborea que casi no lo cuentan. Pero que lo contaron, igual que un relato que hemos escuchado antes, pero que nos reconforta y nos acurruca. Y Aidan Moffat –bravo lui!- sabiendo encajar los reproches por un pasado en el que fue demasiado Moffat y muy poco Aidan, y encantado de no conocerse a sí mismo, dejándonos con la boca abierta y una sonrisa que para mí lo significa todo. Todo. En serio. Gracias Aidan y gracias a todos.
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