03 mayo 2011
Migala: diario de gira de hace 10 años. Capítulo 4
18 de marzo 2001:
Tras la lógica aplastante de la resaca y el desayuno reparador, Nacho toca las maravillosas canciones de su álbum de debut para Limbo Starr en la VPRO. Luego nos vamos a comer a un italiano regentado por... ¿cocineros griegos y tailandeses? que no saben lo que es la Grappa. Es un almuerzo nada memorable.
De nuevo en la VPRO Abel y Coque improvisan canciones de Emak Bakia y Nacho y yo vamos en busca de hongos y sustancias varias. Nos pateamos el centro de Ámsterdam mientras cae una fina lluvia, encontrando tiendas de moda y turista. Nadie sabe dónde se encuentra el Barrio Rojo. Al volver al estudio nos damos cuenta de que el "Mushroom Heaven" está al lado de la radio. Allí nos gastamos nuestros florines en unos hongos mexicanos de la risa.
Los miembros de Migala con trabajo fijo (Rubén, Rodrigo y Jordi) se marchan a casa hoy mismo, mientras los demás reponemos fuerzas. La noche es igual que las demás noches, con una cena picante e internacional junto a los miembros de la VPRO, más visitas al "Smokey", más popper y más calles inundadas de neón y bicicletas.
El día después de los conciertos, ese que le pides a los promotores para no tener que volver a casa inmediatamente, suelen ser plomizos y anodinos. Por eso pasa lo que pasa.
Nada más cercano al vacío, con su sonrisa desdentada, como la gama de sensaciones que produce la visita a un sex-shop cualquiera. Todos los posibles matices de la desesperanza, el cuatro por cuatro del dolor más certero. Y creo que es el olor: a ventilación, a sudor, pañuelos usados, látex y no sé cuantas cosas más que te dan la bienvenida al entrar en uno de esos lugares resume lo que de angustiosa tiene la soledad. Tiro de la puerta y unos pocos pasos me sitúan ante un espectáculo condenadamente variado: muñecas hinchables, vibradores para los que un cuerpo humano normal no puede estar preparado, revistas, películas, cientos, miles de películas alemanas, americanas, españolas, italianas. La pornografía siempre me ha dado vértigo, sacudido las entrañas. Mis compañeros son jóvenes pálidos acariciados por el acné, señores de mediana edad con su diario conservador bajo el brazo, alguna que otra pareja juguetona, y la habitual carne de cañón de las despedidas de soltero. Soy uno más entre un conjunto de hombres y muchachos que ni siquiera sospechan que yo no soy uno de ellos. Y ello me impulsa a dirigirme hacia las cabinas que se alineaban en el piso inferior. Entonces descubro lo que me rodea: un ancho depósito de plástico repleto de pañuelos de papel. Una pantalla enfrente. Y saltando de imagen en imagen y hasta mirando de reojo como alguien coloca unas pinzas de tender la ropa en los pezones de Vanessa, Candy o Mónica, vuelvo a pensar que esto del porno, de los sex-shops, de los festivales eróticos que tanto abundan no tienen nada que ver con el deseo, el arte o el pecado. Son tan sólo un escupitajo. Y una industria de miles de millones basada en ese escupitajo. Así que recojo mi abrigo y salgo a la calle, mucho más fría que de costumbre
Un taxi nos lleva al aeropuerto mientras cae un irregular granizo. En el mismo avión comienzo a escribir estas líneas.
Al volver a casa siempre me digo: La semana que viene no les acompañaré a los próximos conciertos. Demasiadas tensiones, comidas a deshoras, sueño interrumpido, demasiados espejitos mágicos diciéndonos que somos los más guapos del camerino. Al día siguiente no quiero ver a ningún Migala. Tres días después les echo de menos, y siento con un nudo en el estómago la excitación de ir a otros países, otras ciudades, otras salas, en medio de esa rara fraternidad que parece sacada de un cuento de Pavese.
No cabe duda: continuará.
-Vieja página oficial del grupo
-Vídeoclip de "Gurb Song"
-Todo Migala en Spotify
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1 comentario:
joder, bien redacado e instructivo. Eso de "no querer ver más a la gente y luego echarles de menos" nos pasa a todos, o casi.
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