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13 septiembre 2008

Sueño con algo que no necesita amanecer.



Cuando mi abuelo estaba en su lecho de muerte empezó a delirar. Durante muchas tardes, noches, amaneceres, madrugadas... todo aquel o aquella que me precedía marcaba un terreno que nunca lograré pisar. Sus hijas, su esposa, sabían que debajo de la colcha y de esa cama traicionera había una persona cuyos riñones habían dicho “hasta siempre”, cuyo estómago se había despedido del mundo, cuya higiene, por tanto, dependía a su pesar, de otros, de los demás, de los que estaban de más. Su corazón tampoco era un granché, como se dice en italiano. En el vestíbulo miraba a los ojos a mi padre y me veía a mí mismo dentro de unos años. Cuando me toque el testigo, odiaré al jurado. Cuando alguien me lo jure yo no querré prometerme. Recuerdo a mi abuelo con las mejillas transparentes, como un menú del día de provincias; mi abuelito, el agüelo que me educó en lo educado, que me corrigió en lo correcto, que me enseñó lo evidente, que me obligó a dudar de todo y de todos, incluso del anarquismo, del comunismo, del socialismo, del buenismo y del malísimo yomismo; del 82, del 86, de todos los mundiales que acarrean frustración o partidos contra Honduras, hondos encuentros contra nadie. Aquel que me dijo que no podía fiarme de la mitad de la cuadrilla, porque eran padre e hijo. Que me habló del policía del duro, que me regaló un reloj antiguo como el mundo. Mi abuelo, siempre con una frase en la punta de la lengua, una frase que por cohone iba a durar mucho más que él. Y yo pescando frente al mar muerto, o el mar Rojo, ya no sé. Sin cebo, sin cebarme, sin entrar en detalles, sin salir de ellos.

Valga esta entrada como homenaje al hombre que hizo que aprendiera a reírme de mí mismo. Al señor que consiguió que todos se rieran de mí y me diera igual. Que me sintiera equidistante, distante, diferente, igualitario, gaditano, saborío, soso y caustico a la vez, nieto de mi abuelo, sangre de mi sangre, sangre de la sangre que se consumió y ahora Dios o el Diablo sabrán donde estará.

No sé con qué pretexto, pero Luis de la Pica me recuerda a él.

Viva lo bohemio

No tengo más palabras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la familia tiene ese algo de especial que te obliga a amarlos aunque en el fondo quisieras odiarlos, sencillamente porque son como tú (o mejor dicho, tú eres como ellos) y no lo quieres admitir.

rafa dijo...

Hola Jesús!!!

Quería enviarte un privado, pero no encuentro tu mail. Así que te escribo aquí porque como veo que moderas los comentarios, lo puedes leer y borrarlo.

Hola!!!

Soy Rafa del blog el arte de cocinar para dos y ando obsesionado con la felicidad. Por eso, he decidido preguntar a seis personas para que me cuenten qué es para ellos la felicidad. Y tú eres uno de los elegidos.

¿Qué es para tí la felicidad? la respuesta puede ser una palabra, una frase, un párrafo, una imagen, un libro, una canción, una película o lo que quieras.

Cuando tenga las seis respuestas lo publicaré en el blog.

Gracias por participar si lo haces, y también si no.


raflan77(arroba)gmail.com

Acuarela dijo...

pues puede usted escribirme y contarme mejor la jugada a acuarela72@gmail.com

Ya le adelanto, la felicidad no es un acorde. abrazos.