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17 abril 2009

Castigo y penitencia


Hastiado por el fútbol –lo que en mi caso casi siempre significa: hastiado por el mal juego de mi equipo- el otro día andaba cambiando de canal hasta que me topé con un clásico: “Todo en un día”. Quizás os acordéis de esa película. John Hughes, el gurú de los filmes para adolescentes de los 80 y responsable de joyas como “La Chica de Rosa”, “16 velas” o “El Club de los cinco”, dirigió ésta tan peculiar en 1986. En pantalla no aparece Molly Ringwald, musa indie de aquellos años en los que tanto nos gustaban Echo & The Bunnymen o New Order, pero no por ello está carente de interés tanto estético como moral. En la película, Ferris (o sea, Matthew Broderick) decide faltar a clase y tomarse el día libre. Todo el argumento gira en torno a sus continuos intentos por no ser descubierto fuera del instituto, las argucias que inventa para no ser reconocido. Inspirado por el espíritu libertario de la trama – fuera, además, de la dictadura de lo políticamente correcto- decidí hace unos días hacer lo que me diese la gana durante 24 horas.

Para empezar llamé al trabajo y dije que estaba enfermo. Luego me quedé en la cama leyendo libros que se acumulaban bajo la mesilla de noche. Diez, veinte páginas de cada uno. Es posible que nunca los termine, pero al menos sigo avanzando. Acto seguido encendí el ordenador. Pensaba que tantos verbos y adjetivos en mi cabeza iban a ayudarme a comenzar la gran novela que llevo rumiando desde hace años. Pero no, después de unas pocas frases comprendí que solo imaginarme a mí mismo convertido en personaje iba a llevarme un tiempo precioso. Entonces salí a la calle, desayuné en una terraza del centro, pasee por parques y jardines como un funcionario municipal, fui a la filmoteca y a un sex-shop. En un ultramarinos me pareció que una ex novia estaba haciendo la misma cola que yo y tuve que encaminarme a grandes zancadas hasta la sección de vinos. Luego, en el autobús que da toda la vuelta a la ciudad vi perfectamente a un compañero de trabajo esperando en una parada. Me bajé en seguida, justo en medio de un descampado. Y ya cerca de casa casi me topo con el chismoso portero de la oficina. ¡Una conspiración en mi contra!

En fin, que lo que yo había querido que fuese un día para revitalizarme y super-mineralizarme terminó siendo una pesadilla. Mi albedrío había sido mi prisión, y la esquizofrenia se apoderó de mí, la demostración palpable de que mi libertad termina donde comienza… mi propia libertad. Incapaz de ser feliz, me prometí a mi mismo volver a ser parte del engranaje. Para siempre. Para que ni yo mismo pueda desilusionarme por sentirme tan culpable en esta cárcel de 9 a 9 en la que muchos hemos convertido nuestras vidas.

Artista del día: Pylon

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La próxima vez que te tomes un día libre (aunque me temo que no lo volverás a hacer, al menos en algún tiempo) revisa tus deudas pendientes y mandame un largo e-mail, que me lo debes!!!! Un besazo. Ana

Juan dijo...

Todo en un día, Que peliculón! Y el tema áquel que decía: "Ooooooh Yeah! chikichika´ BAUM BAUM!" de quién era?
Y risky bussines!?
De todas maneras no sabía que síndrome de Piter Pan fuera tan excitante....