11 septiembre 2010
Septiembre
Septiembre se ha introducido de nuevo en nuestras vidas llevando consigo sus atributos de siempre: un calor sofocante, inesperadas tormentas, atascos para entrar, transitar y salir de las ciudades, y la piel que se nos cae poco a poco, porque aunque seguimos en verano, ya pasamos los días más a sombra que a sol. Es uno de los meses menos afortunados del calendario. No tiene el primaveral encanto de mayo, momento en el que mucha gente se enamora de solo sentir sobre hombros y mejillas una temperatura más benigna. Ni el espíritu festivo de diciembre, enero, febrero, julio o agosto, con sus fiestas, carnavales, horas de asueto y vida nocturna. Noviembre es por tradición el mes en el que más discos se publican, más películas se estrenan y más giras se celebran en nuestro país, por mor de una especie de acuerdo tácito entre todos los implicados. En octubre algún puente alivia nuestra alergia al trabajo, y junio tiene un aire anticipatorio y de final de un ciclo que a todos insufla renovadas energías.
Pero septiembre no alberga nada bueno. Notas que el verano se te ha escapado de las manos, que no has hecho casi nada de aquello que te propusiste. Conocer gente nueva, leer los libros que te regalaron hace ya tres cumpleaños, visitar a los parientes, comer mejor, hacer la digestión sin pausa ni prisa, dormir la siesta, matarse a abdominales, perfeccionar el modo en el que te desnudas frente al ser querido, inaugurar un nuevo periodo de tu existencia.
Nos hemos conformado con mucho menos, es cierto, y septiembre no duda en echárnoslos en cara. El tiempo ha ido un poco por delante de nosotros y nos sentimos como esos partidos de fútbol que retransmiten desde algún país exótico, con ese desfase entre la imagen y el sonido por razones del satélite. Todavía expectantes ante una jugada magistral, en realidad el balón ya se ha ido al segundo anfiteatro. Estábamos a punto de ser nosotros mismos y de repente hay que volver al taller, el aula, la cocina, la oficina, con el buzón repleto de facturas y amenazas y un enorme ardor de alma y de estómago.
Septiembre es el mes de los exámenes, del reencuentro con los fantasmas que nos ponen un grillete junto a la pantalla del ordenador, de las tardes demasiado largas en cuartos demasiado pequeños, de contarnos lo que hemos hecho el último verano. ¿Beber? ¿Bailar? ¿Hacer el amor? ¿Dormir? ¿Algo a lo que nos haya incitado una canción machacona que apenas recordamos? Todo suena a relatos de la mili, a convivencias, a chistes malos y fábulas de viejo. Es angustioso comprobar como las horas vuelven a su terca normalidad, al sin sentido cotidiano, y que lo menos malo es que ha comenzado la temporada de fútbol, y que algunos ya hemos renovado el abono y las neuronas. Para que un montón de pelagatos sin estudios nos anestesie el cerebro y el corazón con ese arte que llevan en sus botas.
Artista del dia: Dolorean
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