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22 octubre 2011

John O´Connell plays Simply Dylan. Lo que yo te diga.



El pasado 21 de abril viví uno de esos momentos raros en la vida del aficionado a la música, y ¿por qué no decirlo? a la crítica musical. Paseaba por las calles de Liverpool y como quien no quiere la cosa (pero la quiere mucho), me dio por entrar en The Cavern, el club de rock and roll ubicado en el número 10 de Mathew Street donde Brian Epstein conoció a The Beatles el 9 de noviembre de 1961 (Wiki fact).

En realidad hoy se trata de un sucedáneo del local original, que apenas alcanza la categoría de garito. Ocupa tan solo el 50% de su anterior superficie, aunque en la reconstrucción se emplearon los mismos ladrillos usados cuando se inauguró. The Cavern (el original) fue clausurado en 1973 y luego reabierto en 1984, para luego volver a cerrar entre 1989 y 1991 debido a problemas económicos. Finalmente se puso de nuevo en funcionamiento y ha durado hasta nuestros días.

Digamos que ha tenido altos y bajos y muchos momentos intermedios, y que hace falta un poco de imaginación para dejarse imbuir por su mística y su épica.

Andaba yo perdido en esos grises pensamientos cuando vi un cartel que decía “John O´Connell Plays Simply Dylan”. Se anunciaba como un tributo a Bob Dylan, que más o menos un mes después iba a cumplir los 70 años. Todos hemos sentido escalofríos ante esas bandas-tributo. Hemos visto sus anuncios en el New Musical Express de los 90, las hemos vilipendiado.

Bon Juvi? The Australian Doors? The Sex Pistols Experience? No Way Sis? Nearvana? Bueno, todo eso me horroriza. O mejor dicho, es algo propio de un parque de atracciones, una fiesta de cumpleaños o una despedida de soltero. La premisa es mimetizar a los artistas originales no solo en su música, sino en su atuendo, su forma de cantar (inflexiones vocales incluidas), incluso los complementos y el attrezzo.

Como ya he explicado antes, Simply Dylan no tiene nada que ver con ese concepto. Más bien es la reinterpretación tanto de sus clásicos como de sus canciones de culto con un tamiz de folk irlandés, puro rock and roll y raíces tradicionales. Y no a manos de cualquiera. John O’Connell es uno de los más reputados músicos de la capital del Mercyside, conocido por su maestría tocando una gran variedad de instrumentos como el banjo, la steel guitar, la mandolina y la armónica.

Pero aún así tenía mis dudas. Negros augurios. El machete preparado, porque aquello podía ser –reconozcámoslo- un triste ejercicio de nostalgia mustia. Todo fan de Bob Dylan (como todo seguidor del Atlético de Madrid, y más si en mi caso se citan ambas cosas) tiene que estar siempre preparado para lo peor, pero en el fondo alberga una tenue esperanza hacia lo excelso.

Pues bien, junto a un quinteto de lujo (bajista, batería, teclista, violinista y coros) John ofreció un extenso repaso por las que casualmente son muchas de mis composiciones favoritas del Maestro. Por supuesto, y a pesar del enorme poster con la portada del Blonde on Blonde como telón de fondo, allí no había ni un atisbo de imitación, ni aires circenses, tampoco una fidelidad excesiva hacía los clásicos. La voz era la voz de John, con ese tono de taberna irlandesa, más Van Morrison que Bob Dylan. Los coros daban escalofríos. Había espacio para la improvisación.

Más que un tributo era un homenaje. Y mientras tocaban “Sara”, “Señor”, “Shelter from the Storm” o “You’re a big girl now” me emocioné de verdad. La primera sensación fue de extrañeza, casi de intentar reprimir lo que estaba viviendo. La clásica resistencia de todo el que pretende escribir sobre música con cierto criterio y distanciamiento. La segunda fue de contenerme a toda costa. Efectivamente, los fans de Bob Dylan (y de John O´Connell, por cierto) que me rodeaban no estaban allí para recrear el pasado ni esperando el sota, caballo y rey de su extenso repertorio. Y TODOS nos estábamos conteniendo a duras penas.

Hasta que interpretaron “Just Like a Woman”, “Gotta Serve Somebody” y “Changing of the Guards”. Entonces ya no había forma de mantenerse al margen, ninguna orilla era suficiente. Se había logrado trascender al homenajeado. Más que la desarmante personalidad de Bob Dylan, que siempre lo impregna todo, allí estaban sus canciones en su mejor versión (y nunca mejor dicho), la esencia de sus letras. Una música carnosa, intrincada pero al mismo tiempo sencilla que te hacía temblar.

Habrá quien se eche las manos a la cabeza, pero tengo este concierto del pasado 21 de abril en Liverpool como uno de los diez mejores a los que he asistido. Y sí, hay dos de Bob Dylan en ese mismo top10. Pero también tres o cuatro suyos que ni se le acercan.

Tal y como lo viví lo cuento.
Jesús Llorente
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25 octubre - Algeciras (Escuela Politécnica Superior - Campus Rock)
26 octubre - Huelva (Universidad - Salón de Actos de Derecho)
27 octubre - Sevilla (Sala Fanatic)
28 octubre - Zarautz (Lizardi Antzokia)
29 octubre - Madrid (Sala Neu!- Galileo) + Los Widow Makers
30 octubre - Gijón (Monkey Club)

1 comentario:

oscarnr dijo...

Jesís, puede que prediques en el desierto (o en Madrid, sin ir más lejos), pero esa celebración de la música de Dylan mereció mucho la pena y merecía ser disfrutada. ¡Qué grupo!¡Qué canciones!
Al día siguiente, nada más amanecer, me puse el "Slow Train Coming"...

Un saludo, O.