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04 enero 2009

Mis queridos vecinos


Mis vecinos de arriba llevan una vida realmente atribulada. Por lo que he podido intuir gracias al buzón del entresuelo o a los encuentros por separado que he tenido con ellos al bajar o subir la escalera, la familia consta de una madre, sus dos hijos (él y ella) y el novio de ésta última. Durante los últimos meses las trifulcas son continuas. El insulto gana efectividad con los decibelios, y no resulta difícil seguir el conflicto permanente en el que viven. El hermano a veces defiende a la sangre de su sangre, y a veces no. El novio, al que la madre llama “el inútil”, es capaz de gritar, llorar y emitir un agudísimo gemido al mismo tiempo. No me extrañaría nada que hubieran llegado a las manos en más de una ocasión.

Algunas tardes de invierno no dudan en abrir las ventanas y entregarse a un in crescendo pavoroso y operístico siempre con el mismo clímax: al terminar cada pelea se entregan a una reforma total de las habitaciones. Los muebles cambian de ubicación, mueven cajas, mesas, cómodas, camas, sofás de ski. Me encantaría poder inspeccionar qué es lo que hacen exactamente, ya que es imposible que con un mobiliario que intuyo escaso (si tienen mis mismos metros cuadrados el margen de maniobra es mínimo) logren tantas combinaciones. Ruedan cosas, chirría el piso, y hasta la cocina parece haberse trasladado al baño. Resulta inexplicable que esas personas puedan vivir con tanto odio entre manos, tantos reproches, tanto alarido abriendo y cerrando conflictos.

A veces, en mitad de la noche y de mi insomnio puedo oír al “novio” o al “hermano” subiendo las escaleras totalmente borracho y a cuatro patas. Le cuesta atinar con la llave, y cuando entra en su casa enciende el equipo de música y escucha a Lou Reed a un volumen atronador, subiendo hasta el límite el botón que hace que destaque el bajo sobre todos los demás instrumentos. Con un mando a distancia pasa de canción a canción hasta que después de dos o tres horas, justo cuando sé que me va a ser imposible conciliar el sueño, se queda dormido apestando a vómito negro y fracaso (conjeturas mías, obviamente).

Me pregunto en qué momento de la vida de un hombre o una mujer aún jóvenes uno decide que ya no hay nada que hacer. Cuándo y cómo la falta de amor o el exceso de odio convierte la convivencia en una Isla de los Famosos sin famosos y sin isla y el tsunami del no-future se lo traga todo: sueños, esperanzas, fotos o vídeos en las que fuimos felices, y todos los botes salvavidas que guardábamos por si algún día había que escapar. Algunos se pasaron demasiado tiempo viviendo directamente en ellos y haciendo sus necesidades en el suelo.

Artista del día: Lou Reed

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿será berlin el álbum elegido?

Acuarela dijo...

Acertó usted. El mismísimo "Berlín". Y mira que me gusta, pero...

Anónimo dijo...

Sinceramente creo que tu vecino ni está jodido ni te quiere molestar. Yo a veces hago lo mismo, lo que pasa que intercambio artistas, siempre "quejicas", como yo. Un día me sobreviene Mark Kozelek y otro me da por John Cage. Se cagarán en mis muelas pero yo pienso para mí: " Vamos no me jodas, esto es calidad".
Así que disfruta y deja disfrutar los misticismos personales de cada uno, sino atácale tú con por ejemplo el "Befriended" de Innocence Mission.
Toma una píldora de su album de nanas.
http://www.youtube.com/watch?v=3hlhOsm79sY
J.dEER

JaviEgea dijo...

En mi caso, si le tengo como vecino, puede que hubiese subido ya con una escopeta a su casa en plan Taxi Driver, señor anónimo. Eso sí, con todo el respeto por su misticismo, que conste.

Anónimo dijo...

Qué no Czkien! que hay que dejar disfrutar, que esas escenas son muy peliculeras y en este país no se puede ser Robert de Niro. Que exageramos mucho!

JaviEgea dijo...

Bueno anónimo, si tú lo dices ;-P ... Pero el mismo derecho tendrá Jesús de disfrutar de su descanso que el vecino de su música, ¿no?

De paso, muchas gracias por estos textos tan entretenidos. Un saludo.